El tostado del pistacho es uno de esos pequeños gestos que marcan una gran diferencia en el resultado final de la pasta de pistacho. Puede parecer un detalle técnico, pero define el sabor, el aroma y hasta el color del producto final.

Cuando los pistachos se tuestan antes de moler, liberan sus aceites naturales y desarrollan notas más intensas y complejas. El calor realza su perfume, potencia su dulzura natural y añade ese toque tostado y cálido que recuerda a la mantequilla y al caramelo. El resultado es una pasta con sabor profundo, textura más fluida y un aroma irresistible, ideal para rellenos, mousselines o ganaches donde se busca un carácter definido.

En cambio, al moler pistachos crudos, el sabor es más vegetal, fresco y suave, con matices que recuerdan al fruto en su estado natural. El color suele ser más verde brillante, y la textura algo más densa, ya que los aceites no se han activado por el calor. Esta versión es perfecta cuando se busca un perfil más delicado y puro, por ejemplo, en cremas frías o preparaciones donde se quiere conservar el tono verde intenso.